Era un monje que caminaba por la selva y se encontró con un tigre muy hambriento. El monje se aterrorizó. Cuando un depredador mira a su presa en actitud de "yo soy el depredador y tú eres la presa", ¿qué es lo que hacen las presas? Se aterran. Entonces al aterrarse la presa acepta jugar el juego del depredador. El monje comenzó a pensar “si escapo me come, si me quedo quieto y paralizado me come, si lo ataco me come, esto no tiene salida, no tiene salida y voy a morir”. Estaba atrapado en el juego del tigre. Sin embargo, había entrenado su mente y sus emociones, sabía cómo no quedar preso en ellas... de pronto, sacó su tazón y su cuchara y comenzó a golpear y hacer un ritmo con ellos y, de a poco, comenzó a moverse. Al cabo de unos minutos estaba bailando y el tigre lo miraba confundido. El tigre pensó "si él hace eso tan extraño, entonces no es una presa, las presas no bailan con un tazón cuando te las vas a comer." Sin saber qué hacer ante excéntrico despliegue, el tigre decidió ir a buscar una buena presa a otro lugar. Un gran paso en la conquista del poder personal es entender que nunca hay necesidad de hacer cambiar a los otros. No nos damos cuenta en qué medida aceptamos jugar el juego del otro. Si el monje hubiera dicho "¿por favor señor tigre, no me coma, no ve que tengo tantas otras cosas mejores que hacer en la vida que morir en sus fauces?", de todas formas hubiese muerto, ya que suplicar es otra de las conductas que puede tener una presa. Suplicar implica que acepto que soy una presa potencial. Es necesario que podamos tomar consciencia de nuestra responsabilidad en los juegos que jugamos y cambiar nuestra conducta por otra que mejor nos convenga. Tenemos el poder y las riendas de nuestras vidas. Ya podemos dejar en paz a los tigres, eres tu quién escoge ser presa y después se queja. Hoy es un buen día para probar juegos más divertidos y nutritivos.
Tomás de la Fuente #Ideasquesanan