Las emociones y sensaciones corporales son movimientos del cuerpo, que si son escuchados adecuadamente nos llevan a autoregularnos
Sin embargo, muchas veces tenemos miedo de escuchar porque hemos creados fantasías catastróficas en torno a nuestras emociones y sensaciones. Por ejemplo, muchas veces no podemos hacer un duelo porque hemos desarrollado la creencia de que si nos permitimos sentir la tristeza, quedaremos inhabilitados para funcionar en la vida cotidiana. Y es comprensible, porque la tristeza es una emoción que nos impulsa a caer... si nos permitimos sentir la tristeza y nos dejamos llevar por ella, es decir, permitimos que nuestro cuerpo haga el movimiento que la misma tristeza permite, seguramente vamos a querer caer y soltarnos... tal vez también vamos a querer calor
Cuando permitimos este movimiento de la tristeza, nos lleva a tener la experiencia de ser sostenidos en unos brazos amorosos y cálidos. Pero si no nos entregamos a este movimiento, nos sentiremos sin fuerzas y frágiles y, seguramente, lloraremos, pero no por la tristeza misma, sino por el miedo y la angustia que nos da caer porque creemos que quedaremos inutilizados. Al permitir el movimiento, sin embargo, sucede lo contrario.
Durante algunos minutos sentiremos que estamos vacíos de energía, tendremos la impresión de que nos querremos quedar para siempre sin movernos. Sin embargo, si permanecemos ahí, nos inundará una gran tranquilidad y comenzaremos a disfrutar la experiencia, como si fuésemos un bebé en los brazos cálidos de su madre. Pasados unos minutos, tal vez 10 o 20 minutos (si es una tristeza muy grande), nos sentiremos más livianos, cálidos y "llenos"... Luego podremos ponernos de pie, de modo muy natural, simplemente tendremos ganas de hacerlo, no habrá necesidad de luchar contra nosotros mismo para hacerlo.
!Y ya está! Eso era todo... no sabíamos que la tristeza es la necesidad de caer y ser sostenido, por eso llorábamos de angustia, porque creíamos que ese sostén no existía, que la tristeza era un pozo negro del cual nunca saldríamos si nos permitíamos entrar ahí.
Cada vez que permites el movimiento natural de una emoción, descubres lo que necesitas y, si te lo puedes dar, entonces la emoción se satisface y se pasa
Tomás de la Fuente
Terapeuta, Psicólogo
Formador de Terapeutas