Un día mi mujer me dice molesta “¿Porqué dejaste la mantequilla afuera del refrigerador?”
Mi primer impulso fue comenzar a discutir con ella.
Ibamos a tener una discusión eterna y que no llega a nada, la clásica discusión de pareja En vez de eso, tuve la fortuna que poder quedarme en absoluto silencio, no decirle nada y en cambio, observar lo que sucedía dentro de mí.
Tenia ganas de discutir y hacerle ver lo mal que estaba su forma de hablarme. Sostuve dentro de mí el enojo, sintiendolo con todo el cuerpo y, poco a poco, pasó. Ya no sentía ganas de discutir.
De pronto surgió una intensa angustia. Quedé en shock, era tan fuerte que nuevamente quise discutir con ella, porque la culpaba de causarme angustia.
Otra vez sostuve la emoción en mi cuerpo y descubrí que me percibía como un niño pequeño, ridículo y asqueroso. Una parte de mí decía “debido a que eres así de ridículo y asqueroso, mereces morir”. Mi angustia era miedo a que me mataran y yo mismo era quién quería matarme, mi mujer nada tenía que ver con mis sentimientos. Ella solo me dijo que no guardé la mantequilla en el refrigerador, no me dijo que tenía que morir. Era MI herida, ella no me estaba haciendo nada.
Al cabo de unos minutos de ver y sentir a este niño, la compasión comenzó a hacerse paso y pude estar en paz conmigo mismo, pude aceptarme como un niño. Cuando desapareció mi necesidad de autoeliminarme, mi mujer me dice, espontáneamente “Me acabo de dar cuenta que a veces digo las cosas de forma un poco agresiva, no me gusta hacerlo, no lo haré más”.
Gran verdad: El mundo externo no es más que el reflejo de lo que nos hacemos a nosotros mismos.
Vamos confundidos. Cuando algo gatilla nuestras heridas creemos que el enemigo está fuera, cuando está adentro. Sin saberlo, empujamos a los demás a hacernos lo que nosotros nos hacemos inconscientemente. Casi nadie está interesado en hacernos daño, somos nuestros peores verdugos.
Una herida siempre implica un brutal autorechazo. Si el autorechazo desaparece, entonces la herida también, y el mundo cambia con nosotros.
Hoy es un buen día para observarnos con más profundidad.
Tomás de la Fuente
Noviembre 2017